En las décadas recientes, con la irrupción de la tecnología digital de grabación de audio y los avances y posibilidades de los programas y equipos en los estudios, se habla mucho de cómo los productores e ingenieros de sonido influyen en el resultado final del fonograma, en ocasiones por encima del talento del artista. Una de las importantes controversias que se plantea en la industria de la música es el uso de afinadores digitales como Autotune, Melodyne, Waves Tune, entre otros, aplicados a la voz del cantante. En ocasiones se piensa que este tipo de prácticas demerita el talento y las capacidades o habilidades del cantante, llegando incluso a la afirmación de que no hace falta talento para cantar o que cualquiera puede hacerlo con estas herramientas tecnológicas.
Estas ideas vienen quizá del desconocimiento propio del arte de cantar y de la naturaleza de estas tecnologías. La edición de audio siempre ha sido controversial, como la mayoría de las tecnologías disruptivas. Si bien es cierto que se piensa que ha hecho menos capaces a los músicos, la verdad es que nos ha obligado a diversificarnos y a ser más exigentes con el producto final. La tecnología crece tanto que termina haciendo al público menos tolerante a los errores de producción.
La anécdota que se cuenta sobre la creación del autotune versa sobre una broma que alguna vez hizo una asistente a una conferencia, quien ante la pregunta del ponente, Andy Hildebrand: «¿qué hay por inventar?», le respondió: «un software que me haga cantar afinada». Meses después, la respuesta le dio al inventor su momento epifanía, al darse cuenta que los mismos métodos de procesamiento utilizados en su sistema de análisis de suelo para la geofísica de petróleo le servirían para construir una herramienta de corrección de afinación para voces e instrumentos. A partir de este descubrimiento, la edición de audio se hizo más potente y provista de recursos, luego aparecieron herramientas muy poderosas como Melodyne, y los DAW obtuvieron mayores posibilidades para embellecer y perfeccionar las voces de los solistas. Es innegable que la tecnología facilita algunos procesos de la producción musical, y que gracias a la suma de las herramientas con las que a día de hoy contamos en los estudios de audio, se pueden presenciar transformaciones impresionantes desde el inicio hasta el final de un trabajo fonográfico.
Ahora bien, este efecto controversial que aporta la tecnología a los procesos artísticos no es nada nuevo. Lo hemos visto suceder con muchos descubrimientos que han afectado radicalmente nuestra manera de grabar y editar la música, y en todos los casos nos hemos acostumbrado y hemos adoptado el nuevo recurso como parte de nuestro flujo de trabajo, es más, la mayoría de las tecnologías terminan haciéndose indispensables después de haber sido duramente criticadas.
Los editores digitales de audio, aplicados a las voz del cantante, ya tienen un poco más de un par de décadas formando parte de la cadena de procesos que se le añaden a la señal original de la voz. A pesar de ello, siguen siendo controversiales, muestra de esto es el hecho de que no se reconoce públicamente a los técnicos que realizan este proceso, que en algunos casos son especialistas dedicados a ese único trabajo en la producción fonográfica: la afinación de la voz. Por otra parte, es importante resaltar que no es lo único que se le añade a la señal original de la voz. La cadena de procesos de una voz incluye ecualización, compresión, manejo de la sibilancia, simulación de espacio, entre otros efectos necesarios para darle un lugar en la mezcla. Es el equivalente a un proceso de maquillaje en televisión o cine, sin el cual es muy difícil defender un rostro frente a focos y cámaras profesionales que arrojan resultados en alta definición. En el mundo del audio, cuando escuchamos una mezcla final, tenemos la oportunidad de detallar de manera minuciosa el resultado, y hoy por hoy los productores no tienen excusas si el material tiene defectos, ya que disponen de innumerables posibilidades tecnológicas para corregir detalles. Así como crecen las posibilidades de producción, crece también la exigencia en el resultado final.
Una voz procesada no es una excentricidad sino una necesidad, una exigencia. La intención no es necesariamente esconder los defectos del cantante, sino por el contrario, resaltar sus virtudes. Los procesos intentan generar el contexto correcto para que la voz sea agradable de escuchar. Cada proceso reduce el ruido y permite a la audiencia concentrarse en lo más importante, la idea musical. En todo caso, son herramientas que permiten quitar la presión al intérprete en la cabina de grabación y hacer esa parte del camino menos tortuosa. A pesar de que en efecto se puede ser menos exigente con los cantantes a la hora de grabar, no hay proceso digital o analógico que pueda corregir una mala interpretación, ninguno de estos afinadores puede hacer que el cantante transmita la emoción correcta, no corrigen la falta de carisma, no añaden originalidad o personalidad, en fin, no te pueden hacer cantar.