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Canta lindo, pero… no me llega

Las facetas de una actividad tan compleja como cantar son muchas y muy diversas. Así como en determinados oficios los individuos destacan por unas habilidades u otras, en el canto sucede lo mismo. Podemos encontrarnos con cantantes que son súper afinados, otros son muy ágiles melódicamente, otros tienen voces muy potentes o muy distintivas, otros tienen gran musicalidad. Pero ¿qué significa cuando se dice que estamos frente a un gran intérprete?

El canto, como todas las artes escénicas, tiene como objeto fundamental la comunicación a través de la puesta en práctica de un espectáculo, donde interactúan el intérprete, un mensaje y un público receptor. La clave para que esta actividad funcione es no descuidar los actores antes expuestos y darle su justo valor a cada uno de estos roles. Sin embargo, es bastante frecuente que veamos puestas en escena de cantantes que por distintas razones dejan a un lado alguno o varios de estos factores. Por eso es tan poco común ver grandes intérpretes: porque no es fácil controlar a tiempo real una situación en la que te ves desnudo ante un público con necesidades determinadas, enviando un mensaje de la manera más clara que puedes y cumpliendo con las innumerables exigencias que tiene la música y la expresión artística. Quizá por estas razones nos encontramos espectáculos en los que notamos una gran habilidad vocal, pero una desconexión total con el contenido temático de la letra, o artistas que olvidan completamente las necesidades del público y hacen propuestas salidas de contexto, o casos en los que hay una buena conexión con el público desde el carisma y la simpatía, pero se deja a un lado el contenido temático, musical o técnico.

En mi opinión, un gran intérprete del canto domina las exigencias del oficio con maestría. En otras palabras, se le mide a las dificultades técnicas, musicales y vocales de las obras que interpreta, decodifica el mensaje del autor en todas sus facetas y lo lleva de manera clara a la mente de su público receptor, con el cual conecta porque tiene la capacidad de empatizar y de desarrollar un vínculo que lo acerca y le permite comunicar ágilmente lo que necesite. Ahora bien, que un cantante no domine todos estos aspectos a cabalidad no significa que no sea entretenido de ver. Son muchos los casos en que los espectadores salen embelesados de un concierto en el que el cantante causó un efecto hipnótico por la belleza de su voz y por sus habilidades vocales, a pesar de que nadie se enteró de qué trataban las canciones del show. El espectáculo cumplió su propósito de entretenimiento, la gente salió contenta y todos felices. Lo mismo pasa si el cantante no tiene mucha musicalidad, o una voz mediocre, pero su carisma y su personalidad bastan para entretener. Sin embargo el tema de este texto he querido enfocarlo en lo que para mis estándares y según mi opinión personal define a un gran intérprete. Desde ese punto de vista hay una diferencia marcada en el impacto que puede lograr un performance entretenido versus una puesta en escena magistral. Es la diferencia que hay entre darle más valor a entretener que a comunicar. Los grandes maestros de la interpretación vocal suelen prevalecer en las mentes de sus espectadores, a través de los años y las generaciones. Y lo hacen por su canto, por su oficio y por su capacidad de dejar huella con su voz.

En la era de los influencers puede ser difícil distinguir ese tipo de impacto sobre aquel que causa la fama por sí misma. No es lo mismo que alguien sea un gran intérprete a que se le de ese título por su visibilidad o su influencia en los medios de comunicación. Esto suele pasar y confunde. La manera más sencilla de distinguir esto es centrando la atención en el contenido. Si recuerdo más a un cantante por su interacción en redes sociales, sus videos, sus noticias curiosas o escándalos que por su manera de cantar, quizá es más acertado decirle celebridad que cantante. Y no se trata de desmeritar ese contenido, que por otra parte cumple una función social. Se trata de definir claramente la interpretación vocal y el oficio del canto para darle valor a nuestras interacciones como público y amantes del canto o de la música.

Las frases: “canta lindo, pero… no me llega” o “me encanta lo que me hace sentir su voz, aunque es un poco fea”, o “está bonita su música, aunque desafina”, son el reflejo de carencias que puede tener un intérprete y nosotros los eternos estudiantes del canto debemos estar atentos para leer a nuestro público y mejorar cada vez más hasta intentar lograr que quien nos oiga salga del espectáculo diciendo: “esa canción me cambió la vida”. Sin obsesionarnos con las opiniones, porque todo el mundo tiene la suya, lograr ese impacto en nuestro público habrá significado que fuimos el vehículo de la canción, que no hubo ruido en el mensaje, que lo hicimos llegar con fuerza y que no se detuvieron a pensar en el mensajero. Cumplimos la función más importante: comunicar.

Canta lindo, pero… no me llega

Alejandro Zavala

Cantante, compositor, productor y músico popular. Ha participado en un importante número de producciones discográficas, incluyendo sus tres discos como solista: Origen (2009), Primavera para mayo (2011) y Colores Tierra (2014). Es director y productor musical de Sonofilia Studio Record, reconocido estudio de grabación en Caracas, Venezuela. Es director y fundador de la Escuela Contemporánea de la Voz.

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