El común de las personas que han visto a un director de coro o de orquesta tienen una idea somera de su rol dentro del hecho musical. Se entiende por sus gestos y su aparente liderazgo, que está guiando a los músicos y llevando el compás. Ahora bien, ¿realmente comprendemos el papel que tiene este personaje y su importancia para la agrupación que dirige?
La dirección es un fenómeno inherente a la acción de interpretar la música cuando hay más de un ejecutante involucrado en el proceso. Durante el tiempo que dura la obra surgen constantemente detalles relacionados con el tempo, la expresión, las dinámicas y el espíritu mismo de la obra, que necesitan un acuerdo entre los músicos para que puedan llevarse a cabo coordinadamente. Siempre que dos o más músicos han compartido la ejecución de una obra, alguno debe asumir el liderazgo para que se pueda conducir su interpretación sin inconvenientes. Incluso en las organizaciones más horizontales esto sucede. En géneros como el rock, en los que se suele practicar la creación conjunta y se ensaya con mucha libertad creativa y participación de todos los miembros de la banda, el rol de director suele compartirse y es notorio cómo se hace imprescindible que algún miembro de la agrupación asuma la conducción a través de gestos o ademanes que sirven a los demás como guía. Ahora bien, la música es por lo general una actividad jerárquica. Mientras más grande o compleja es una conformación orquestal, más necesario se hace establecer una estructura de dirección para que funcione. La orquesta sinfónica no sólo tiene un director titular, puede tener directores suplentes, interinos o invitados, así mismo necesita el liderazgo del primer violín o concertino, quien asume funciones de conducción cuando no está presente el director, y bajo su tutela están los jefes de cada sección, quienes serán responsables del buen funcionamiento de las mismas, todos organizados de manera tal que los mejor preparados y más experimentados sirvan de guía a los de menor rango, dando una estructura férrea a una organización de mucha complejidad.
Una figura destacada desde el punto de vista histórico y que puede ser el más importante antecedente de lo que hoy conocemos como director de orquesta o director coral es el maestro de capilla. Se trata de un músico, docente y compositor, especialmente dotado, con experiencia y prestigio suficiente como para asumir el cargo, responsable de la música sacra en los oficios de las iglesias, o de la música profana en las fiestas cortesanas. Desde el siglo XV tiene reguladas sus funciones de enseñanza, composición e interpretación de toda la música necesaria para el servicio litúrgico de las Iglesias Catedrales, Colegiatas, etc. Su oficio, de importancia indiscutible, iba desde el cuidado de los seises o niños cantorcitos, tener la llave y cuidar de la Capilla musical, hasta la enseñanza de canto y ejecución de instrumentos a distintos miembros de la comunidad. Su formación y autoridad se destacaba muy por encima de los otros músicos de la capilla, incluyendo al organista. Las oposiciones para ocupar dicho puesto eran particularmente difíciles y duras, con pruebas que aterrarían a un director y compositor actual. La función de maestro de capilla eclesiástico pasa a los palacios y grandes casas de la nobleza para ejercer lo propio con la capilla musical de la corte, con un doble cometido: religioso -hacer la música en las funciones litúrgicas-, y social -hacer la música de entretenimiento normal y de los actos protocolarios especiales. Al paso del tiempo, a la vista de la transformación social, el aumento de la preponderancia de la música instrumental y el apogeo de la música civil, en detrimento de la música eclesiástica, nace la figura del director de orquesta profesional, preparado para la imponente labor de la dirección de un ente que se erigía como la institución musical de más prestigio en las ciudades europeas: la orquesta sinfónica. El director coral se especializa en las organizaciones de música vocal y hereda quizá más directamente las labores del maestro de capilla.
A la luz de lo expuesto anteriormente, los directores de orquestas y coros heredan responsabilidades docentes, musicales y de liderazgo social, para las cuales se preparan y se profesionalizan con gran empeño, ya que deben ser figuras destacadas, con autoridad y que inspiran mucho respeto a su gremio y a la sociedad. Ahora bien, cabe preguntarse ¿por qué tanta preparación y exigencias para llevar el compás musical y dar algunas indicaciones durante la interpretación de las piezas? La razón es simple: esa no es la labor central de un director musical. Llevar el compás es una de sus múltiples habilidades y forma parte de la interpretación en vivo, lo cual constituye una pequeña parte de su extensa lista de tareas.
Un director musical es un líder comunitario, cumple una función social fundamental. Su liderazgo le impone responsabilidades de enseñanza y ejemplo a todos los miembros de su orquesta o coro. Su estilo de dirección y su influencia será la ruta de comportamiento de una comunidad entera de personas, para las cuales su accionar puede ser determinante incluso para el resto de cada una de sus carreras como músicos o cantantes. El director toma constantemente decisiones, desde dónde y cómo se ensaya, la frecuencia de los ensayos, el programa de presentaciones al año, el repertorio que se trabaja, la disposición en tarima, los rudimentos de ejecución de cada uno de los instrumentos o voces de la orquesta, etc. Entre sus funciones más complejas y capitales está el estudio de cada pieza en el repertorio, el cual alcanza dimensiones incalculables de trabajo, en tanto que se trata de entender a profundidad las líneas de cada instrumento y sus particularidades en la ejecución, a fin de poder dar solución a cada uno de los posibles problemas que puedan presentarse con cada instrumentista. Se requiere de una preparación muy especial, precisamente porque un director debe poder conversar con fluidez sobre detalles de cada uno de los instrumentos de la orquesta que dirige, por lo cual tener conocimientos de un solo instrumento no será suficiente para dar indicaciones a un universo de instrumentistas tan grande como el de la orquesta sinfónica, el big band o la orquesta latinocaribeña. A esto debemos sumar su conocimiento profundo sobre el tipo de música que toca, las obras del repertorio y la cultura que rodea a los géneros y estilos de música de la organización a su cargo. El trabajo de un director se concentra mucho más en aspectos que no se ven en la tarima. Él es quien ha organizado todo para que se den las condiciones que permitan que la orquesta suene. Su verdadero trabajo no es levantar la batuta o las manos, es organizar un grupo humano para que funcione de manera engranada, eficiente y correcta.
Ricardo Rodriguez Palacios, en su libro “DIRECCIÓN DE CORO; La ciencia, la técnica, el arte, las costumbres”, menciona las siguientes palabras, a mi juicio muy pertinentes para el tema que nos ocupa:
“En el arte de la música, el cantante, el pianista o el concertista de cualquier instrumento constituyen un puente directo e inmediato; el director de coro, como el de orquesta, lo son de forma mediata: necesitan de la colaboración de otras personas para ejercer su función interpretativa. No es lo mismo un piano para las manos de un pianista que un coro o una orquesta para el director: aquél es un instrumento mecánico, muerto y obediente a la voluntad técnica del pianista, mientras éstos están compuestos de personas con inteligencia, sentimientos, alma en definitiva. La relación es instrumental y de servicio en el primer caso; humana y de colaboración en el segundo”.
Es importante entender que cuando vemos a un director musical en vivo y pensamos que la batuta es su instrumento, nos estamos quedando en la superficie del fenómeno musical. La batuta le sirve como una simple extensión de su cuerpo para expresar cada detalle, cada aspecto melódico, rítmico, armónico, emocional y espiritual de la música que quiere hacer llegar al público por medio de su verdadero instrumento, que es la orquesta o el coro que dirige. Un pianista toca el piano, un violinista, el violín; un director musical es el ejecutante de la agrupación musical o vocal a su cargo. De ahí la veneración que se le tiene a esta figura dentro del mundo de la música sinfónica o de manera gremial en las esferas de la música profesional. Su cultura, su preparación y todos los retos y dificultades más allá de la propia música que deben enfrentar, los convierte en profesionales distinguidos dentro de una profesión que ya de entrada requiere ciertos talentos y sacrificios.