Ya hemos estudiado los elementos que intervienen en la emisión, entonces sabemos que sin los resonadores, el sonido emitido por nuestras cuerdas vocales no lograría la proyección y el color de la voz; sería como un violín sin su caja de resonancia.

La resonancia se refiere a la prolongación y reforzamiento de un sonido una vez que ha sido producido, y que disminuye gradualmente hasta desaparecer. Esto se da por el choque de las ondas y su relación con los distintos materiales con los que se encuentra en su recorrido. Llevando este concepto al ámbito vocal, podemos deducir que la fuente sonora, producida en las cuerdas vocales, será prolongada y reforzada por las cavidades de resonancia de nuestro cuerpo. En otras palabras, la morfología acústica de cada individuo y su técnica para dar paso a la resonancia dará como resultado su timbre, proyección y calidad vocal.

En todo caso, una vez que el sonido llega al aparato resonador, éste cumple su función (que no es otra que vibrar para amplificar el sonido) por sí solo. Entonces el trabajo del cantante en este sentido es el de no obstruir la salida del sonido y permitir su paso a los resonadores. En esta oportunidad estudiaremos la técnica para lograr este objetivo y los errores más comunes que nos lo impiden.